Qué nos jugamos en Escocia

Queda muy poco para que los escoceses decidan sobre su futuro. Van a poder votar sobre la independencia y lo van a hacer tras llegar a un acuerdo con Londres. Europa mira a Escocia, en especial algunas capitales y las naciones minoritarias. España y Catalunya están, por supuesto, muy, muy pendientes de lo que ocurre.
Pero, ¿cómo va a influir la votación escocesa en la partida catalana? Empecemos por lo obvio. Y lo obvio es que la lección democrática del Reino Unido da pie a una comparación sonrojante en términos democráticos para el Ejecutivo de Rajoy y para el PSOE. A los escoceses les dejan votar, a los catalanes se lo prohíben. También sonrojante para Madrid debiera resultar el tipo de debate, la altura del debate, que ha mantenido Londres con Escocia. Nada que ver con la cerrazón, los insultos y las amenazas desplegados en España (Madrid veta la presentación de la novela Victus en Utrecht; la reina de Inglaterra se declara «neutral» ante la votación del jueves).
Por tanto, el hecho mismo que en Escocia haya consulta es ya una afrenta para el Gobierno del PP, que, pese a todo, sigue negándose en redondo a ofrecer una propuesta razonable a los catalanes. Catalunya se lo reclama una y otra vez. La extraordinaria manifestación del pasado Onze de Setembre, la V, es la enésima de esas apelaciones a dialogar.
Vayamos al resultado escocés. Madrid y Europa confían en que el no a la independencia se imponga pese a los sondeos que apuntan a un posible triunfo del sí. Si vence el no, Rajoy podrá utilizarlo relativamente a su favor, pues, si no se produce un milagro, va a continuar obsesionado en negar a los catalanes el derecho a votar. Que los escoceses rechazaran la independencia tendría un efecto acotado para el soberanismo catalán, por las mismas razones que acabo de explicar.
¿Y si los independentistas se imponen en Escocia? Pues se desencadenará un notable seísmo en Europa, pero, a medida que pasen las semanas y los meses, se irán desmintiendo radicalmente muchos de los terribles augurios lanzados por el PP y el PSOE para atemorizar a los catalanes. El sí escocés a la independencia supondría, por descontado, un rotundo golpe para el españolismo unionista, amén de dar alas al soberanismo catalán.
Está claro asimismo que, en ese escenario, la presión sobre el president Mas para «sacar las urnas a la calle» el 9-N al margen de la legalidad española se agigantaría. Y que la discusión en el soberanismo político y civil sobre qué hacer, sobre cómo actuar, podría exacerbarse. Mas deberá entonces demostrar firmeza y poder de convicción para evitar que el soberanismo estalle y los esfuerzos y esperanzas de tanta gente queden dolorosamente frustrados.

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