El dragón (el BBVA) ronda a la princesa (el Banc Sabadell) para intentar devorarla. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) dio hace días un visto bueno unánime, con condiciones consensuadas con el BBVA, a la opa hostil sobre el Sabadell. Ahora la pelota está en el tejado del Gobierno español, que puede imponer, si quiere, nuevas condiciones al BBVA. De momento, Pedro Sánchez se ha sacado de la chistera una insólita consulta a entidades y ciudadanos que recuerda mucho a la tinta que sueltan los calamares para causar confusión y escapar. Lógicamente, la maniobra de la consulta no ha gustado al BBVA, que la ve como un intento de Sánchez de congregar más argumentos contra la opa. Veremos si finalmente el Ejecutivo central pone suficientes trabas para que el pez grande tenga que renunciar a tragarse al pequeño. O, si lo prefieren, para que el banco número dos de España no pueda quedarse con el número cuatro, que tiene en Catalunya la mayor parte de sus clientes y empleados, además de su sede y su estructura de gestión y dirección.
La CNMC la nombran entre el Gobierno y el Congreso españoles y, como hemos visto, aprobó por unanimidad la opa (hecho que dificultaba un poco más que el Ejecutivo pudiera adoptar una posición muy dura). A continuación, es el turno del ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, y del Gobierno de Pedro Sánchez. En cambio, ni el Gobierno catalán ni el Parlament de Catalunya —Catalunya sería la gran perjudicada por la operación— han tenido ni tienen voto. Las instituciones democráticas catalanas son espectadoras pasivas, sin un rol oficial que jugar. Es la diferencia —una más— entre tener un Estado o no tenerlo.
Desde la óptica nacional española, es decir, pensando en el interés general español, que el BBVA se trague al Sabadell y, así, gane peso en España y Europa —actualmente, una parte importante de su negocio está en México y Turquía— puede tener sentido. El precio a pagar es menos competencia. Pero los problemas de competencia —perjuicio para empresas y particulares— se darían de manera muy localizada: principalmente en Catalunya, y también en el País Valenciano. En este sentido, puede entenderse la decisión de la CNMC, presidida por Cani Fernández, especialista en derecho europeo y exasesora de Sánchez. Más difícil es descifrar el voto a favor de otro miembro de la CNMC, el egarense Pere Soler, exdirector general de los Mossos y en su momento procesado, junto a Josep Lluís Trapero, por el 1-O. Soler fue patrocinado por Junts para entrar en la Comisión.
Si lo analizamos en términos catalanes, es decir, pensando en el interés general catalán, la operación presenta un aspecto muy distinto —no hace falta ser independentista o soberanista para darse cuenta. Que el Sabadell sirva de proteína para el dragón significa que Catalunya pierde un banco importante. Así de claro y contundente. Todavía recuerdo cuando nos vanagloriábamos del “modelo catalán de cajas”. Prácticamente no queda ni una. Han sido barridas. La opa amenaza con acabar con uno de los pocos bancos que nos quedan (lo que nos conviene, igual que a cualquier país, es tener más bancos y tan potentes como sea posible). Además de esto, y no menos importante: como hemos señalado, la posible desaparición del Sabadell perjudicaría especialmente a los clientes y al tejido económico catalán, que se sustenta sobre su entramado de pequeñas y medianas empresas.
Lo que se puede hacer desde Catalunya es protestar y presionar, como están haciendo, por ejemplo, patronales, sindicatos y entidades de la sociedad civil. Sumar —socio del Gobierno de Sánchez— rechaza la opa. También se mueven Junts y ERC, apoyos vitales para el Gobierno de Sánchez. Incluso el PP dice que no la ve clara. Veremos finalmente qué ocurre. Naturalmente, sin embargo, quien con más energía y contundencia debería rebelarse es el presidente del gobierno de la Generalitat, Salvador Illa, socialista, socio y amigo de Pedro Sánchez. Hasta hoy, la reacción de Illa ha sido, a mi parecer, poco contundente. Por supuesto, Illa y el PSC no romperán con Sánchez —ni se enfadarán mucho— si el Gobierno español finalmente no frena la compra del Banco Sabadell.
Si Sánchez no impone condiciones imposibles al BBVA, el futuro del Banco Sabadell quedará entonces exclusivamente en manos de sus accionistas, grandes y pequeños. Ellos tendrán que valorar si lo que les ofrece el BBVA a cambio de sus acciones resulta o no un buen negocio, si vale o no vale la pena. Lo que está claro es que, para Catalunya, no lo es de ningún modo.