Ferran vive no muy lejos de sus padres, aunque en otra ciudad. Ya antes del confinamiento, les llamaba a diario para advertirles que no se les ocurriera salir a la calle. Primero hablaba con el padre y a continuación con la madre. Nunca resultaba fácil. Ambos superan los ochenta y les cuesta horrores comprender la gravedad de la situación. El chorro de información que proporcionan los medios de comunicación parece no tener efecto alguno en ellos. O, posiblemente, les desconcierta más aún. Pese a las catilinarias de su hijo y a la vigilancia de su hija, Laura, que vive con … Continuar llegint
