¿Imposible?

Poco a poco, el establishment político y periodístico español va reponiéndose del aturdimiento inicial. Sin embargo, sigue sin ser capaz de entender la naturaleza del problema que tienen delante, y mucho menos la psicología de quien lidera la demanda catalana, Artur Mas. Durante mucho tiempo lo han confundido inconscientemente con Jordi Pujol, aunque se trate de dos personalidades muy distintas. Otro error común, en Catalunya y fuera de ella, ha consistido en advertir que su determinación y extraordinario autocontrol convierten al president en un adversario realmente incómodo.

Pero centrémonos en la primera cuestión. Entre las réplicas que llegaron con mayor prontitud está pontificar que el Estado propio no es posible. ¿Por qué? Porque la Constitución lo dice. Sin embargo, la realidad, la realidad democrática, no la invalida una Constitución. La prueba es que en los últimos 100 años no han dejado de surgir nuevos estados en el mundo -muchos de ellos en Europa-, a pesar de que las leyes decían que eso no podía ocurrir.

Otro tipo de reacción ha sido la de situar la responsabilidad en los políticos catalanes, y singularmente en CiU. Como si la manifestación de la Diada fuera un aspecto prescindible. Algo artificial, creado por CiU (o TV-3 o la escuela en catalán, como ha dicho el ministro Wert).

Están también aquellos a los que su talento no les da para otra cosa que para el exabrupto, el insulto y la amenaza, sea económica o directamente militar. Como dijo Mas el lunes por la noche, se retratan a sí mismos. Añado que es la manera que tienen algunos de advertir a Rajoy contra la tentación de dialogar.

Ninguna de esas reacciones apunta en la dirección correcta. Son muy pocos los que, tras la marcha de hace unos días o los recientes sondeos, son capaces de preguntarse con honestidad, con ganas de comprender, por qué los catalanes hacen lo que hacen y piden lo que piden, pues deberían darse cuenta de que es extremadamente improbable que tanta gente se haya vuelto loca a la vez.

Hasta que más allá del Ebro no se hagan las preguntas correctas va a ser difícil que España actúe como haría cualquier Estado occidental, sin dejar correr el tiempo inútilmente y poniendo sobre la mesa alternativas serias y creíbles que facilitaran una salida negociada. El problema, eso sí, es que en pocos sitios existe un lobi de fanáticos poderosos comparable al que actúa en Madrid.

Por cierto, si realmente estuvieran seguros de que para Catalunya es imposible alcanzar la soberanía plena, las respuestas de pésimo gusto que se están sucediendo estarían totalmente vacías de sentido, serían absurdas, pues nadie perdería el tiempo, ni siquiera tipos como Monago o Leguina, combatiendo contra algo imposible, ¿no?

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