El PP de Alberto Núñez Feijóo llenó el domingo la plaza de España de Madrid. La manifestación culminaba un nuevo periodo de agitación y de acoso a Pedro Sánchez. Probablemente, el peor de todos. El más intenso. El lema -inspirado por Santiago Abascal- es un reflejo de la extrema acritud: “Mafia o democracia”. Fue la del domingo la sexta manifestación convocada por Feijóo contra Sánchez, con el mismo resultado nulo de siempre. La frase que traía preparada el actual líder del PP para el presidente del Gobierno -“¡Ríndase a la democracia!”- evoca aquella con la que José María Aznar -también en la manifestación- martilleaba a Felipe González en los noventa: “¡Váyase, señor González!”. Parece que, en según qué cosas, para la derecha española no pasan los años.
Feijóo, que un día aterrizó en Madrid presentándose como un moderado (“yo no he venido a insultarle”, le dijo a Sánchez) no ha aceptado nunca que, pese a su victoria en votos populares en julio 2023, no alcanzara la presidencia del Gobierno. Llegó a decir, víctima del estupor y el desconcierto, que él no era presidente porque no quería -es decir, porque no estaba dispuesto a llegar a un acuerdo con Puigdemont. En realidad, ni Junts per Catalunya ni el PNV querían participar en una alianza que forzosamente debía incluir a Vox. Tampoco ahora van a empujar a Sánchez al abismo. Feijóo no comprendió, ni comprende, en el sentido profundo del verbo, lo sucedido. La afrenta venía a sumarse, para los populares, a otra: la moción de censura contra Mariano Rajoy, tras la condena por la trama Gürtel.
Desde entonces, el PP ha alimentado una estrategia muy simple: socavar a Pedro Sánchez por todos los medios para lograr el poder que, a su entender, le fue hurtado con malas artes. Feijóo se ha dejado arrastrar por el ala dura de su partido -Isabel Díaz Ayuso, el propio Aznar-, por sus adversarios de Vox y por la vigorosa coalición, formada por medios de comunicación, personajes de las redes sociales, grandes empresarios, jueces, etcétera, que odia sin remedio a Sánchez y sus socios. El ‘crescendo’ que desembocó el domingo en la madrileña plaza de España ha utilizado una ristra de escándalos -reales, exagerados o supuestos- que, según el PP y sus portavoces y cabilderos, dejan claro que Sánchez y su Gobierno corroen la democracia y colman el pozo de la corrupción y la indecencia. La lista es tan larga que resulta imposible la exhaustividad: las acusaciones contra la esposa y el hermano de Sánchez, las sospechas de que el fiscal general del Estado filtró un correo del abogado del novio de Ayuso, el caso Koldo, los whatsapps de Ábalos, el perdón de una parte de la deuda autonómica, el reparto de inmigrantes, la anunciada sentencia del Tribunal Constitucional a favor de la amnistía, el catalán en Europa, las andanzas de Leire Díez…
La última oportunidad de acumular fuerzas se presentó el viernes, 48 horas antes de la manifestación, con motivo de la Conferencia de Presidentes en Barcelona. Pese a haber amenazado con el boicot y haber obligado a que se ampliara el orden del día, finalmente los representantes del PP se desentendieron de los importantes asuntos sobre la mesa para dedicarse al unísono a reclamar a Sánchez, una vez más, que anticipe las elecciones. Ayuso se desmarcó de la coreografía diseñada por Feijóo y montó el numerito de ausentarse al oír hablar vasco y catalán, amén de protagonizar una trifulca con la ministra de Sanidad.
Sánchez no va a tirarse por el balcón ni va a convocar a los españoles a votar, como el PP y sus cómplices desean con tanto fervor. Y Feijóo va a seguir sentado en la oposición. A principios del mes que viene, en el congreso que ha convocado, el PP intentará insuflar vitaminas al gallego (la convocatoria del congreso es una evidencia de que los populares nunca creyeron en el éxito de su ofensiva contra Sánchez). Además, desde dentro y desde fuera le van a exigir -todavía- más madera, seguir con el acoso y la crispación, a sabiendas de que lo más seguro es el enésimo fracaso. El problema es que, como Feijóo parece ignorar, cada vez que, como un ciego ariete, golpea inútilmente contra las puertas del castillo, él se debilita un poco más. Cada vez que anuncia el apocalipsis y no ocurre nada, pierde fuelle. En política nada es gratis.
Máxime porque Feijóo es incapaz, por una parte, de galvanizar realmente a los suyos y, por otra, de ofrecer a la sociedad española un proyecto ilusionante, que valga la pena. Puede que continuar golpeando, obsesivamente, a Sánchez le sirva para acabar ganando -como en 2023- e incluso para gobernar de la mano de Vox, pero es del todo insuficiente si quiere, como dice la propaganda, cambiar España en positivo. Mientras tanto, Ayuso, la auténtica líder de la derecha, la que de verdad enamora, la que más aplausos se lleva, aguarda. Cabalga a lomos de un populismo de barra y carajillo, obsceno, es verdad. A veces secunda la estrategia de Feijóo, mientras otras prefiere hacer lo que le interesa o, simplemente, lo que le da la gana, es cierto. Pero tiene tirón. Tiene carisma, mucho más que Feijóo. No solamente entre los votantes del PP actuales y potenciales, sino también entre los de Vox. Ella es la candidata ideal, la que mejor encaja en estos tiempos de fractura, emociones fuertes y necedad.