Ha cundido una cierta decepción ante la escueta referencia hecha por Felipe VI al emérito en su Mensaje de Navidad. Pero la tacañería no es para nada extraña, si uno lo piensa. El Rey es consciente de que apenas acaba de cruzar el umbral del infierno al que le arrastra su padre. Es prudente, por lo tanto, esperar. Reservar ánimo, energías y credibilidad para lo que promete ser una larga y angustiosa peripecia. Aparentemente hasta ahora solo ha trascendido una porción de los abusos de Juan Carlos I, que, recordémoslo, reinó cerca de 39 años, lo que da para mucho. … Continuar leyendo