EN LAS SEMANAS anteriores a las elecciones de 2003, que habrían de convertir a Pasqual Maragall en el sucesor de Jordi Pujol, reinaba en influyentes círculos nacionalistas la preocupación sobre cuál podía ser la deriva del PSC si se quedaba fuera del gobierno, si nuevamente, como venía sucediendo desde 1980, veía frustrado su afán por conquistar la Generalitat. En tales círculos se contemplaba con inquietud que la dirección socialista pudiera no sólo frenar el lento pero claro desplazamiento -hacia el centro y hacia el catalanismo- que años atrás había emprendido el partido, acentuado desde la primera tentativa de Maragall a … Continuar leyendo