Coger el dinero y tragarse los sapos

Ulises pasó largos años lejos de Ítaca. Artur Mas, tardó cinco en regresar a La Moncloa. Por descontado Zapatero no es Penélope. Eso sí, como el héroe clásico, Mas ha tenido que pasarlas canutas hasta poder alcanzar la presidencia de la Generalitat. Ahora que, cual conde de Montecristo, ha conseguido que sus huesos escaparan del ostracismo, vuelve cargado de experiencia para verse nuevamente las caras con un Zapatero ya incapaz de que alguien siga apreciando su talante y tragándose sus promesas. Un Zapatero al que su frivolidad y tacticismo han convertido, con la ayuda de la crisis y de la señora Merkel, en una gastada caricatura.

Regresó Mas el lunes a la Moncloa pálido y con rostro cansado. La prioridad era y es, ha sido des del minuto uno, tapar el agujero que Montilla y Castells, con la ayuda de los demás, dejaron en las arcas de la Generalitat. No es sencillo comprender cómo el tripartito pudo incumplir por tan exagerado margen su palabra. No había tenido casi tiempo de encaramarse al puesto de mando cuando se dio cuenta el nuevo president de que la vía de agua era de tal magnitud que amenazaba seriamente con mandar la nave a las oscuras profundidades marinas. Por si fuera poco, Zapatero avisaba desde el ‘Financial Times’ de que no se iba a cortar y que, si hacía falta, intervendría las autonomías díscolas.

Regresaba Mas el lunes a la Moncloa pálido y con el rostro cansado, y molesto porque en su reencuentro no tenía más remedio que confesar a Zapatero sus cuitas financieras. Tras todo lo ocurrido, debía pedirle dinero. Nada de esto debiera haber sucedido, se dijo tal vez el catalán mientras se acercaba a la gran escalinata del palacio. Se ha arrepentido una y mil veces de haberse fiado, aquel enero de 2006, de Rodríguez Zapatero. Pero no es sólo que se fiara, sino que Ulises-Mas llegó a ‘enamorarse’ de Penélope-Zapatero mientras se discutía el malhadado Estatuto. En aquellos tiempos, el presidente español se mostraba comprensivo y atento, y no dejaba de abjurar de Pasqual Maragall y del tripartito. Mas pactó con él en La Moncloa. Pero no se respetó el Estatuto y el presidente socialista apenas movió un dedo para evitar que, pese a vencer claramente en las urnas, el de CiU no fuera relegado nuevamente a la oposición.

El lunes en la Moncloa no hubo amor, sino pura transacción. ‘Do ut des’. ‘Peix al cove’. Artur Mas consiguió oxígeno financiero, aunque tampoco tanto como requiere. Zapatero, compromiso por parte de CiU, pero no mucho. Al salir, el primero aseguró ser un especialista en tragarse sapos y constató que las cartas, hoy por hoy, están repartidas. La próxima partida no empezará hasta el año que viene, 2012. Habrá que ver quién y qué le esperará entonces a Ulises en lo alto de la escalinata de la Moncloa.

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