Es inevitable sentir un escalofrío y una aguda inquietud ante lo que va diciendo José María Aznar, que ha redoblado últimamente sus apariciones. Pero es necesario leerlo y escucharlo, en especial desde Catalunya. El discurso de Aznar es, en su música y muchas veces en su letra, el de la derecha tradicional y ultraespañolista. Resumo: Zapatero y los nacionalistas catalanes pusieron las bases del «desafío secesionista» actual; ante los independentistas no hay que transigir, sino «derrotarlos»; el Gobierno de Rajoy debe actuar «con todas las consecuencias»; el catalanismo «pagará un alto precio» por lo que está haciendo; España solo se rompería si Catalunya «sufriera antes su propia ruptura»; el PSOE debería hacer lo que él dice, pero está desorientado y plantea cosas «absurdas» como el federalismo.
Una síntesis mucho más extensa la pueden hallar en la edición de El Mundo del 2 de diciembre (portada y cuatro páginas interiores enteras, más de lo que probablemente dedicarían a una entrevista a Obama ).
Después de la superentrevista, Aznar no pudo reprimirse e insinuó, en referencia al borrador publicado también por El Mundo, que para entender la apuesta soberanista del president Mas hay que tener en cuenta las acusaciones de corrupción de dicho documento apócrifo.
Hay una parte de la sociedad española que participa de las ideas de Aznar –además de Wert –, así como potentes sectores mediáticos y de los aparatos del Estado. Siguen viéndole como su líder auténtico, en contraste con un Rajoy con poco carácter, blando e indeciso («Mariconplejines», le llamó Losantos ).
Esa derecha dura, que alardea de amar a España, representa hoy un grave problema para esa misma España. Se da un fenómeno parecido con la Constitución. Baste recordar que el Aznar que hoy abraza la Constitución utilizaba en 1979 las páginas de La Nueva Rioja para atacarla sin descanso, mientras denunciaba «las tendencias gravemente disolventes agazapadas en el término nacionalidades». Sin embargo, Aznar, quien dice sufrir por la patria y se declara «siempre al servicio» de España, no solo se revuelve contra los catalanes. Veladamente está amenazando a Rajoy y avisándole de que no se le ocurra negociar con unos nacionalistas que, ha zanjado, «no están dispuestos a dialogar».
Rumia seguramente el expresidente español que dispone de todas las cartas ganadoras, pues conjetura que, si a Rajoy no lo descabalga la crisis, lo hará el conflicto con el soberanismo catalán. Rajoy estaría atrapado por los suyos: si habla con Mas, tendrá los días contados; si se produce un choque entre Catalunya y el Estado –que es lo que al parecer ambiciona Aznar –, este y los suyos encabezarán el asalto y se apoderarán de la presumible victoria.
Me figuro que habrá muchos españoles- no sé cuántos? – que no se habrán olvidado de esas palabras: “No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta …
mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de España”. Por lo visto a Aznar no. Aznar sufre por su “España” y se declara fiel servidor a ella. ¿Y cuántos más?
España, Estado imperialista como el que más, nunca dejará que otro Estado dentro de su territorio se independice. Poe ello no hay que menospreciar su discurso. Aunque no tenga razón.