Que el PSC se haya apeado de la defensa del derecho a decidir, por la vía de relegarla a un segundo plano y envolverla en una espesa retórica, es una mala noticia para Catalunya. No sirve en absoluto de consuelo que probablemente tal decisión conduzca al socialismo catalán a la irrelevancia o que la historia pueda emitir un juicio extremadamente severo sobre los responsables del golpe de timón.
El portazo que, de facto, el PSC ha dado al derecho a decidir produce un efecto inmediato y directo, pues otorga la condición de irrenunciable a la cohesión del grupo de fuerzas que impulsan el referendo o la consulta. Estos partidos (CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y CUP) se encuentran justamente ahora intentando consensuar la pregunta, la fecha y la vía para pedir a las Cortes españolas que permita una votación sobre el futuro de Catalunya. Piensan solicitar que, a tal efecto, el estado le traspase temporalmente la competencia sobre referendos, algo que puede hacerse mediante el artículo 150.2 de la Constitución. Es una vía muy similar a la que permitirá a los escoceses votar en septiembre próximo.
Como apuntaba, la actitud del PSC hace que mantener la unidad de los defensores del referendo o consulta sea todavía más importante de lo que ya era antes. Ello significa que todos los agentes implicados deben asumir: a) que van a tener que hacer renuncias y b) que deberán, esta vez sí, poner los intereses del país por delante de los de cada partido.
Vayamos, por ejemplo, a la cuestión de la pregunta (por cierto: ¿no era mejor acordar la fecha y la vía a través de la que hacer la petición a Madrid y dejar la pregunta para más adelante?). En lo que se refiere a cómo redactarla, y si ello hace que no se rompa el grupo de partidos que batallan por el derecho a decidir, debería optarse por una fórmula semánticamente más abierta, más polisémica, aunque resulte también más ambigua.
Por otra parte, llegado el caso, y más allá de la formulación concreta de la pregunta, tanto los votantes como los que interpreten luego los resultados en Catalunya, en España o en el mundo sabrán perfectamente qué significado dar a la respuesta de los ciudadanos.
Lo prioritario es mantener la cohesión, empezar a pensar más en el país. Lo otro, léase el egoísmo partidario y la división, será indudablemente castigado sin contemplaciones por una sociedad catalana que no va a admitir que en un momento como el actual se insista en la miopía tacticista y el regate corto.
Que se cuezan en su salsa. Como se sabe, así condensó tiempo atrás Mariano Rajoy su estrategia en relación a Catalunya. Confía en que, una vez más en la historia, desavenencias y choques internos arrastren al catalanismo al fracaso. Los ciudadanos de Catalunya no perdonarán que, en definitiva, sus partidos conviertan el cerrado inmovilismo del presidente español en un éxito.