Duran y sus planes

Ha anunciado Josep Antoni Duran Lleida que va a poner en marcha «un gran movimiento» de tono democristiano con el afán de generar un espacio de «centralidad» en Catalunya. Por esa razón, se supone, decidió abandonar la secretaría general de CiU. Se me ocurren un puñado de motivos para desconfiar de los planes de Duran, amén de lo que suponen de factor discordante, de innecesaria confusión, en un momento de afilada incertidumbre y que reclama la máxima solidaridad y unión entre aquellas fuerzas comprometidas en conseguir que los catalanes podamos ser consultados.
En primer lugar, Duran Lleida, al apelar a la idea de centro, soslaya la evidencia de que los electores de CiU no son hoy significativamente más de derechas o más de izquierdas que un tiempo atrás. Lo que tal vez quiere decir el democristiano, pero no dice, es que la plataforma que él pretende poner en pie aspira a seducir a aquellos que, rechazando el independentismo, se conformarían con menos, es decir, con lo que se ha venido en llamar tercera vía. No creo, la verdad, que equiparar centralidad con antiindependentismo funcione.
Por otra parte, la tercera vía es algo que, de momento, no existe, más allá de las vaporosas intenciones socialistas de retocar la Constitución. Para que exista, no basta con que la ambicione Duran, sino que se requiere una oferta clara y en firme del Gobierno español que cuente con el mayor apoyo posible en las Cortes. Cuando supe de los planes de Duran no pude por menos que recordar unas declaraciones del pasado junio de Josep Oliu , del Banc Sabadell. Oliu opinó que lo que conviene es «una especie de Podemos de derechas». Parece que, en sintonía con Oliu y otros prohombres catalanes hoy alejados del president Artur Mas, el líder de Unió se ha puesto manos a la obra. Si esto fuera así, nos hallaríamos ante un movimiento social no nacido y organizado desde abajo, sino diseñado e instrumentado desde arriba. Que Duran Lleida añada que su estrategia no van a perjudicar a CDC y a CiU parece dudoso, como mínimo.
Otra duda que me asalta, vinculada a lo dicho hasta ahora, tiene que ver con si Duran ha reflexionado en serio y con suficiente detenimiento sobre lo que pretende hacer. En concreto, sobre si él –con su larga trayectoria política, con sus activos y sus pasivos– es la persona más adecuada para forjar y liderar «un movimiento que dé respuesta a las crisis actuales y que las supere, que vuelva a reencontrar la confianza de los ciudadanos que hoy están hartos, o en el mejor de los casos, desencantados, de la política», como señaló el 29 de junio durante la clausura de la escuela de verano de Unió.

 

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