Ernest Maragall ha roto el carné de ERC, como antes había hecho con el del PSC. Esta vez, sin embargo, no ha sido por discrepancias con el proyecto político. El hermano pequeño de Pasqual Maragall se ha hartado de una manera de hacer, de una forma determinada de actuar. Le pidieron paciencia, le prometieron respuestas. Pero todo el mundo tiene un límite, y él también. Y eso pese a que el cuarto de los ocho hermanos Maragall -Pasqual es lo tercero- ha visto de todo desde que el 1970 entró en el Ayuntamiento de Barcelona como informático. Han pasado cincuenta y cuatro años. La mejor época fue cuando, como escudero insobornable de Pasqual, hacía y deshacía en el Ayuntamiento, afanándose para hacer realidad, para convertir en algo tangible, la creatividad exuberante, a menudo sin medida, de su hermano. En 2003, con el primero tripartido, lo acompañó también a la Generalitat, pero aquello fue toda otra película, menos heroica, menos luminosa. A Pasqual Ernest lo apoyó cuando algunos lo convirtieron en icono del antipujolismo, del antinacionalismo. Y también le apoyó cuando se erigió como el representante más evidente del alma catalanista del PSC, partido que ambos habían contribuido a hacer crecer.
Pero lo de ahora es muy diferente de lo que sucedió entonces. Lo de ahora es personal, absolutamente personal. El portazo es la respuesta a cómo una ERC hoy aturdida y desconcertada ha abordado el muy desagradable asunto de los carteles sobre él, Pasqual y la devastadora enfermedad de Alzheimer. Los carteles fueron obra de la propia Esquerra Republicana. Asombrosamente, Ernest, los militantes de ERC y los ciudadanos continuamos a día de hoy sin saber concretamente ni el quién ni el cómo. Ernest Maragall, conocido por muchos amigos y también por algunos enemigos como ‘el Tete’, no irradia el magnetismo de su hermano. Aun así, fue capaz de ganar para ERC las elecciones municipales en Barcelona en 2019, derrotando en votos Ada Colau y los comunes. No fue alcalde a raíz de una jugada tan legal como fea del olvidable Manuel Valls. En 2023 lo volvió a intentar, en aquella ocasión sin éxito. Maragall tiene 81 años, los mismos que Joe Biden. Como le ha pasado al presidente estadounidense, algunos lo achucharon para que se apartara y cediera el paso a gente más joven en el Ayuntamiento de Barcelona. Lo hizo. Ahora, airado y dolido, dice adiós en toda una vida dedicada a la política y el servicio público. Pienso que lo mínimo que se merece es que le demos las gracias.