Incertidumbre y esperanza

La historia no camina nunca al mismo paso. Hay momentos en que parece casi detenerse, como si nada importante pudiera ocurrir. Otras veces, los hechos se suceden extraordinariamente deprisa. Tenemos la sensación de hallarnos en el umbral de uno de estos momentos. En el umbral de un acelerón histórico y también, al mismo tiempo, ante una orografía que se presenta intrincada, accidentada y hasta peligrosa. Lo que viene muchos lo viven en Catalunya con un fondo de inquietud -la incertidumbre es gigantesca- y, a la vez, con una inmensa esperanza de cambio. En las próximas semanas y meses seguiremos las vicisitudes del llamado caso Pujol, tanto en el plano político como judicial. El asunto no parece que en principio vaya a tener efectos sensibles en el movimiento soberanista, aunque sí, sobre todo según cómo se lleve, sobre Convergència Democràtica y el Govern. En cuanto al proceso propiamente dicho, asistiremos primero al Onze de Setembre, luego a la votación en Escocia y, finalmente, viviremos el 9 de noviembre, fecha prevista para la consulta catalana. En el caso de que, como proclama, el Gobierno español la impida, entonces, al margen del escándalo que ello debiera provocar a nivel europeo e internacional, se abriría un vasto abanico de posibilidades. A día de hoy la más plausible no es otra, a mi entender, que la anticipación por parte del president Mas de las elecciones autonómicas para alguna fecha posterior a las municipales, programadas para el mes de mayo. Las autonómicas deberán presentarse y verse, tal como se ha dicho muchas veces, como plebiscitarias; esto es, que de su resultado pueda concluirse claramente si existe o no una mayoría a favor de la independencia. Tal operación llegaría precedida, tal vez, de un Ejecutivo de coalición entre CiU y ERC. Decíamos que nos hallamos ante una etapa complicada. Su desenlace y lo que pueda suceder en el futuro dependerá, en buena medida, de la interpretación que se haga de los hechos que nos aguardan. De la interpretación que a la postre acabe imponiéndose, que resulte hegemónica. En el desfiladero Si el Gobierno español, los partidos y los poderes que trabajan intensamente y sin manías contra la consulta logran desorientar, dividir y desanimar al soberanismo, la forma en que saldremos del angosto y enrevesado desfiladero en que nos estamos adentrando será una. Lo mismo, por cierto, si es el propio catalanismo el que permite o propicia que la discrepancia y la división lo neutralicen. En este sentido, cabrá ver cómo encaja y reacciona ante la posible no celebración de la consulta el 9 de noviembre. En cambio, si el movimiento soberanista demuestra, como ha hecho hasta ahora, ilusión, convicción e inteligencia, la dirección que han de tomar los acontecimientos ha de ser distinta. El futuro, insisto, se juega muy especialmente en este terreno, el de la opinión pública, más concretamente en el de la opinión pública de Catalunya. En lo que suceda, en definitiva, en el corazón y en la mente de los catalanes.

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